Durante
el reinado de Isabel II la monarquía española fue perdiendo poder a favor del parlamento.
No lo hizo a través de ningún proceso democrático, sino por la presión del
ejército. Al estallar la revolución de 1.868, conocida como la Gloriosa o la
Septembrina, a la Reina no le quedó más remedio que huir de España. Con el fin
de buscar soluciones para ocupar la jefatura del Estado, se convocaron las
Cortes y fue proclamada la Constitución de 1.869, en la que se contemplaba la
monarquía parlamentaria. Sólo faltaba encontrar el candidato para acceder al
trono.

La gran novedad de contar con un rey que
había sido elegido en las urnas, lejos de aceptarse, causó gran malestar entre
los monárquicos, carlistas, republicanos, la Iglesia e incluso para la mayor parte de los
españoles. Por si faltaba algo, la víspera de que el nuevo rey desembarcara en
Cartagena, el general Prim fue asesinado en Madrid. El segundo día del año
1.871 llegó don Amadeo junto con su esposa doña María Victoria, a la capital
del Reino. Después de visitar el cadáver del general asesinado, que se
encontraba en la Basílica de Nuestra Señora de Atocha y presentar el
correspondiente juramento, fue proclamado Rey de España. Don Amadeo de Saboya
no consiguió convencer al pueblo que siempre pensó de él que era un extranjero
alejado de los problemas del país. Sin embargo, Amadeo I fue decisivo para
Castellón de la Plana ya que una intervención suya resultó trascendental para
la economía de la época.
El nuevo Rey observó ya, durante los
primeros meses de su reinado, que no había logrado el respaldo del pueblo. Con
el fin de conocer mejor nuestro país, sus asesores le programaron un viaje para
visitar las diferentes regiones españolas y fue en aquel recorrido por España,
cuando don Amadeo llegó a Castellón de la Plana el día 7 de septiembre del año 1.871,
con la intención de entrevistarse con los dirigentes de los principales
partidos políticos, presidentes de diferentes gremios y autoridades locales.
Los representantes de los sogueros, hicieron llegar al Rey su preocupación por la
noticia de que el huerto que ellos utilizaban de manera gratuita junto a la
plaza Nueva, como consecuencia de las leyes desamortizadoras, iba a ser
subastado por el Ayuntamiento.
De las conversaciones mantenidas con el alcalde
don Joaquín Huguet Gimeno y los tenientes de alcalde señores: Rodes,
Esparducer, Agramunt y Tirado, así como las noticias que le llegaron a través
del Gobierno Civil de la provincia y del líder del partido Republicano:
González Chermá, el Rey se convenció de que los terrenos pasarían a manos
privadas y si ello ocurría, los trabajadores del cáñamo deberían pagar un
alquiler al nuevo propietario. Don Amadeo comprendió que los sogueros no
continuarían con su lugar de trabajo porque tampoco podían hacer frente a la
cantidad por la que se ponía a la venta y trató de impedir el acto de la
subasta; pero al no conseguirlo, entregó a los responsables del gremio, la
cantidad necesaria para que pudieran comprar el huerto de sogueros al
Ayuntamiento que incluía una finca rústica y varios inmuebles situados junto a
la entonces denominada Plaza de la República, actual Avenida del Rey Don Jaime.
Los representantes de los sogueros así lo hicieron y con el dinero que les
entregó el monarca a título personal, Vicente Bellido Ramos, en nombre de los
sogueros de Castellón de la Plana, participó en la subasta y de esta forma se
le pudieron adjudicar al gremio los terrenos que necesitaban para seguir con
sus trabajos. Aquella misma noche se celebró el éxito de la gestión real, así
como su generosidad, con un baile en el Casino Antiguo.
